"Una única imagen acompañaba a la primera edición de El origen de las especies. En ella, una serie de líneas rectas nacen en la parte inferior de la página para ir desplegándose a su paso, torciéndose, bifurcándose y extendiéndose a la manera de capilares, hifas o tallos. Las líneas, que a lo largo de toda esta serie de ramificaciones se han multiplicado hasta abarrotar el blanco de la página, se detienen, únicamente por cuestiones de espacio, en su límite superior, justo antes de que sus caminos empiecen a entrecruzarse en una maraña inseparable, tejiendo y tramando redes cada vez más complejas.
A veces, los cambios más revolucionarios dependen sólo de un cambio de mirada. Aquí, los trazos de la imagen van marcando a nuestros ojos el recorrido que Darwin propone a nuestra mirada: de abajo arriba, abriéndose, complejizándose, hibridando. Con esta nueva perspectiva, Darwin abría a la historia todo un continente que hasta entonces había estado cerrado a ella, el de la vida natural, rompiendo con la imagen estática y jerárquica que hasta entonces había dominado nuestra comprensión de la vida.
La crisis climática nos demuestra cada vez de forma más contundente que la naturaleza tiene una historia, una historia a la que solo podemos acceder desde abajo, desgajando las falsas líneas rectas en un prisma de posibilidades que nos abra a la riqueza de nuestro mundo natural (nuestro no porque nos pertenezca, sino porque nosotros pertenecemos a él). Con El origen de las especies, Darwin nos enseñó a mirar a este mundo, rastreando entre su infinidad de formas las vías para salir del atolladero al que lo hemos abocado.
A nosotros nos queda la tarea de continuar la tarea pendiente que nos legaba este dibujo: no la de completarlo, sino precisamente la de hacerlo interminable, la de hacer que sus líneas crezcan innumerables, cruzándose y proliferando para seguir tejiendo siempre la trama de la vida".
Jaime Rodríguez, editor
Tal día como hoy, un 24 de noviembre, pero de 1859, se publicó originalmente El origen de las especies, de Charles Darwin.
Aprovechamos la efeméride y el hecho de que hoy sea el Día Mundial de la Evolución para celebrar este hito del conocimiento humano.
«Estoy plenamente convencido de que las especies no son inmutables, sino que las que pertenecen a lo que se conoce como un mismo género son descendientes directas de alguna otra especie por lo común extinta, de igual modo que las variedades reconocidas de una especie cualquiera son descendientes de esa especie. Es más, estoy convencido de que la selección natural ha sido el mecanismo principal de modificación, aunque no el único.»
La publicación de la primera edición de El origen de las especies en 1859 no sólo sacudió los cimientos de la ciencia natural, abriendo un nuevo camino para todas las disciplinas que se agrupaban bajo ese amplio sello y facilitando el nacimiento de muchas otras, sino que supuso también una auténtica revolución en la forma en que el ser humano se había entendido a sí mismo hasta la fecha. Este volumen recupera la sexta y definitiva edición de una de las obras capitales del pensamiento occidental en una nueva y cuidada traducción a cargo de Dulcinea Otero-Piñeiro, fruto de un minucioso trabajo de años, para seguir haciendo accesible el texto darwiniano al público hispanohablante. Se acompaña, además, de una valiosa introducción de Miguel C. Botella, catedrático de antropología física de la Universidad de Granada, que contextualiza la aparición del libro y su importancia histórica, así como su recepción en España y su imborrable influencia en el desarrollo posterior de las disciplinas biológicas.
Un hombre desciende de un avión en las islas Galápagos. Es músico y ha elegido ese lugar del mundo tan apartado de lo conocido para pasar solo su sesenta cumpleaños porque, además de haber leído mucho a Darwin, quiere estar lo más lejos posible de sí mismo: se ha enamorado de una mujer, Rut, que lo considera muy viejo para ella. Este firme defensor de la ironía como la más exquisita de las formas del humor comenzará entonces un viaje ensimismado por las islas, un viaje por la vida y por el paso del tiempo, una historia íntima acerca de las maneras del amor masculino, una suerte de guía turística sobre el devenir de los seres humanos en el mundo y, por supuesto, acerca de la odiosa falta de Rut.
Federico Jeanmaire (Baradero, 1957) es Licenciado en Letras, profesor universitario especialista en el Quijote y cree, como Cervantes, que de las cosas alegres hay que reírse y de las tristes con más razón. Sus libros han sido traducidos a varios idiomas, y obtenido distinguidos premios, como el Rojas, Emecé y Clarín. Su última novela, "Darwin o el origen de la vejez", ha sido galardonada con el XXII Premio Unicaja Fernando Quiñones.
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