Se va Francisco Brines, uno de los mejores poetas españoles del siglo XX. Pero nos deja su poesía, una lucha sin cuartel entre el amor y la muerte que viene marcada por la pugna entre la infancia como «territorio sagrado e incólume» y la insoslayable y regular decepción que trae aparejada la experiencia vital.
Lo despedimos como mejor sabemos: leyéndolo. En 2018 el poeta y crítico Ángel Rupérez preparó una Antología que abarca la trayectoria completa de Brines, desde su primer poemario (Las brasas, 1959) hasta el postrero (La última costa, 1995), además de diez poemas publicados con posterioridad, pertenecientes a un libro inédito, que iluminan su última etapa.
Esta antología constituye una inmejorable introducción al universo poético de Francisco Brines, un fecundo e intenso viaje de ida y vuelta que arranca con sus vivencias en la casa familiar de la infancia, inmersa en el paisaje Mediterráneo, pasa por el descubrimiento del amor y el erotismo, asociado a las ciudades y a los numerosos viajes que recorre a lo largo de su vida y alcanza un desencanto y decepción existenciales que gradualmente van dando paso un sereno y lírico nihilismo que coquetea con la derrota vital, sin acabar de sucumbir a ella. El viaje culmina con la vuelta definitiva al refugio de Elca (que nunca abandonó), paraíso caduco pero deslumbrante aún de recuerdos y naturaleza.
- Hay un calor de vida ya gastada,
- la seca aceptación del mal o la alegría,
- un secreto entusiasmo de haber sido
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